lunes, 24 de enero de 2011
HACE FALTA ENSEÑAR A PENSAR
jueves, 3 de junio de 2010
"Los delirios del payaso verde" de Jairo Andrés Garzón Daza
LOS DELIRIOS DEL PAYASO VERDE de JAIRO ANDRÉS GARZÓN
A riesgo de que me insulten, golpeen o maten
“Mimos y girasoles… ¿qué es esa idiotez? Aquí se necesita es un varón que fumigue a los guerrilleros hps, y de paso a los mariguaneros, a los ateos, a Chávez, a Correa… de paso a los venecos… y a los maricones… a las putas no porque de pronto las necesitamos… a los negros sí, y a esos indios mugrosos que salen a protestar; y a los pobres, que hay muchos… en resumidas cuentas, a esos hps, que son al mismo tiempo guerrilleros, mariguaneros, chavistas, ateos, maricones, negros, indios y pobres. Simultáneamente, vendrán las grandes compañías, las grandes empresas y los grandes artistas y muchos turistas a compartir la alegría de estar en el País más feliz del mundo, y los ciudadanos de bien tendremos buenos empleos, salud, belleza, amor… el Paraíso, pues.”
“¡Qué nos va a gobernar ese payaso! ¿Mostró el culo? Es homosexual. ¿Se disfrazó? Es retardado. ¿Se casó en un elefante? Es demente. ¿Le echó un vaso de agua en la cara al doctor Serpa? Es un triplehp irrespetuoso. ¿Su emblema es un girasol? Más homosexual aún. ¿No va a misa? Es ateo. ¿Tiene nombre raro? Es extranjero. ¿Se retracta? Es pendejo. ¿Tiene Parkinson? Está lisiado. ¿Quiere educar? Es ingenuo. ¿Es honesto? ES GÜEVÓN…”
Hace once años había en Colombia otro güevón del mismo calibre. No era filósofo. Era abogado, periodista, humorista. También se disfrazaba: de portero, de empleada, de tinterillo… de lustrabotas. Otro confundido que, siendo colombiano, le dio por hacer locuras, cómo burlarse de los políticos que nos tenían viviendo en el eterno paraíso. Nos decía en la cara, desde la televisión: ‘Oigan, los están robando’, y nosotros ‘JUAJUAJUA’; ‘Oigan, los están matando’, y lo mismo: ‘JUAJUAJUA’… Un buen día, un viernes, 13 de agosto de 1999, cuatro balas infames callaron la payasada para siempre.
Jaime, parcero… qué falta tan dolorosa que hacés aquí abajo, en el culo del mundo, en este curioso Edén. Cuatro rugidos obtusos te silenciaron; acabaron con la risa de Colombia. Si estuvieras aquí, a lo mejor votarías por Antanas Mockus, payaso ridículo a quien le dio por creer que la educación es importante en este país de asesinos, y por quien voy a votar en estos días, haciéndome cómplice de su ridiculez y su más que seguro retardo mental.
Es para morir de risa. Les cuento a los extranjeros, a los visitantes marcianos que vengan a ver tanta dicha, que mis paisanos tienen una muy graciosa opinión sobre la participación política. Juran que se trata de agitar fanatismos cada cuatro años y tachar una carita en un papel. Hecha la marquita, en paz con Dios y con el mundo, vuelven a sus casas a esperar que los gobiernen. Si el televisor les dice que los gobiernan bien, vuelven y tachan la misma carita a los cuatro años. Si les dice que no, se indignan, pelean, insultan y el día señalado tachan otra carita. He ahí nuestra así llamada participación política.
Si el congresista se roba 500 millones de pesos, es una rata asquerosa, un hijueputa. Si me quedo con 100 pesos de vueltas que me dio de más este busetero marica, soy un duro, un vivo. Claro, ahora entiendo por qué les decimos ‘vivos’ a los pícaros, a los astutos, a los de la ‘malicia indígena’: porque el muerto no roba; antes bien: lo roban, si algo tuvo en vida. El que no hace torcidos en este país es como si estuviera muerto: no es, no parece un ‘vivo’.
Si el alcalde le consigue un contrato a su familiar por obra y gracia de la palanca, es un corrupto asqueroso, otro hijueputa, y el pueblo, “nosotros”, víctimas maltratadas. Si me logro saltar la fila en el banco y nadie se da cuenta, soy un vivo, ‘un man abeja’, y los que hacen la fila unos pendejos. Si el juez demora mi demanda en la que exijo que me devuelvan una platica que me debe mi ex-jefe hace diez años, es un vendido asqueroso, otro hijueputa. Si me hago el dormido para no darle el puesto al viejito cacreco que se acaba de subir, soy un astuto. Si el industrial permite que se contamine el agua de un río con los desechos mefíticos de su fábrica, es un capitalista asqueroso, otro hijueputa. Si boto la servilleta desechable al piso, soy un práctico, un descomplicado.
Moral hipócrita la que se practica aquí. Al fin y al cabo, todos salen impunes: el doctor congresista, el doctor alcalde, el doctor juez, el doctor industrial, el ladrón, el abusivo, el perezoso y el sucio. Pero más grave aún: al congresista, alcalde, juez o industrial, de vez en cuando lo agarran, lo pillan y le pueden hacer cosas muy graves: amonestarlo, denunciarlo, o en el peor de los casos ¡oh, castigo horrendo! retirarlo de su cargo por unos tres meses, mientras se olvida el asunto. Como ven, señores marcianos, señores gringos, estos bandidos importantes, faranduleros y bien nutridos a veces reciben un castigo por su reprobable conducta.
A los otros bandidos, los anónimos, los cotidianos, los hijos de vecino, los honrados ciudadanos votantes, los famélicos… nunca. Están en la más absoluta e infame impunidad: la del que se cree honesto.
Volviendo al Payaso que nos ocupa, amigos Marcianos, parcero Jaime, les informaré en mi calidad de guía turístico, por qué tantos en esta honorable república llaman ‘payaso’ a un filósofo, y de paso desenredo la payasada de este ensayo.
Era rector de la Universidad Nacional de Colombia, institución que ha albergado en su campus durante muchos años, amén de excelentes estudiantes y otros no tanto, milicias urbanas de guerrilleros y pandas de pretendidos estudiantes que no están de acuerdo con… NADA. Como es costumbre, odiaban al rector de turno habida cuenta de su existencia. Un buen día, otro, de los muchos buenos días de este país, se reunieron las ‘partes en conflicto’ a ‘dialogar’ en el Auditorio León de Greiff. Como suele suceder en estos casos, no hubo diálogo alguno. Hubo una ensordecedora rechifla por parte de los honorables milicianos… perdón, estudiantes, que imposibilitó al odiado rector exponer el más mínimo argumento. Haga de cuenta usted como cuando trata de hacerle una observación a un transeúnte y éste, muy ciudadano, le contesta ‘qué le pasa, chino hijueputa, no sea sapo…’
Por eso yo ya no hago observaciones de cuerpo presente a transeúnte alguno. Un día de estos, por observador, me matan. Así pasa en nuestros días. Un señor en Transmilenio le reclamó a unos honorables vándalos que no se mearan en vía pública. Creo que lo mataron. No me acuerdo y no voy a buscar. Soy guía turístico, no periodista. Les puedo señalar, eso sí, el lugar donde lo mataron, golpearon o insultaron, que en las cuentas de una hipotética humanidad honrada serían injurias equivalentes. Tiempo después de lo de la rechifla, decía el Payaso esta Payasada como las que acostumbra:
“Si me vas a matar, hiéreme; si me vas a herir, golpéame; si me vas a golpear, empújame; si me vas a empujar, insúltame; si me vas a insultar, grítame; si me vas a gritar, háblame; si me vas a hablar…hablemos”.
Es un razonamiento bellísimo, un malabarismo conceptual estupendo, una payasada filosófica que contiene la nimiedad de que la comunicación es un prisma que va de la comprensión a la muerte. Dice también que la vida es lo primero que hay que preservar, que el único conducto posible para la conciliación es el diálogo, que la acción verbal es más sutil que la física… En fin, dice muchas cosas más que no voy a exponer aquí porque no estoy de exégeta hoy. Ay, Jaime… tus enemigos no querían hablar con vos… querían que no hablaras, entonces te mataron… y como no puedo golpearlos ni hablar con ellos, no me queda más que insultarlos… malditos…
Retomando el asunto perdido, ocurrió que el rector se salió de sus casillas. En vista de que no podía hablar con la jauría de abucheadores, en vista de que sus argumentos no eran más que denuestos y gritos de anacrónica cólera, decidió actuar. Esto es: ser actor, volver el auditorio (en donde se oye) un escenario. El final anecdótico de este episodio lo conocen todos los colombianos; no lo voy a repetir. En contraste, muy pocos lo entendieron, muy pocos lo entienden y muy pocos lo entenderán.
Vuelto el rector un actor, un payaso, se lanzó a la alcaldía de esta ciudad. Digo ‘se lanzó’ porque sigo pensándolo como un personaje de circo, un acróbata que se lanza por los aires sin ninguna red abajo. (Es lamentable la miseria cultural de tantos de mis compatriotas: usan ‘payaso’ y ‘cirquero’ como insulto: ignoran que la arena circular del circo evoca un mandala (¿sabrán qué es “mandala”?); ignoran que el malabarista representa la expansión de la conciencia; ignoran que el escupefuego es imagen del poeta; ignoran que el domador y la bestia simbolizan un solo individuo: el hombre que logra dominar sus instintos a través de la disciplina… ¿les estaré hablando en cíngaro a ellos?). Se lanzó y llegó. Alcalde lo nombraron. Su bandera: una estupidez llamada ‘educación’ y ‘cultura ciudadana’: más y más payasadas.
Paso anecdóticamente por algunas de sus faenas cirqueras: le evitó un racionamiento de agua a la ciudad por medio de campañitas educativas; generó higiene ambiental y sentido de pertenencia por medio de lo mismo; instauró temporalmente mimos de tránsito (con inesperado éxito) en reemplazo de una logia corrupta de atracadores uniformados, mordelones como los que aún se ven en México; redujo la criminalidad por medio de medidas de seguridad altamente impopulares (la Ley Zanahoria); dejó de ejecutar todo el presupuesto de su gobierno con miras a las grandes obras urbanísticas que vendrían (aclaro, para los extraterrestres, que este acto es, entre nosotros, una soberana idiotez, una idiotez digna de un payaso estúpido, puesto que gobernante que se respete no sólo se traga todo el presupuesto, tomando su correspondiente y jugosa tajada: compromete el de gobiernos futuros para maniatarlos y, por ende, desacreditarlos de antemano).
El resultado de todo esto fue el primer paso en una gradual transformación de esa ciudad puerca, violenta, oscura, como sacada de novela de Dickens, en el ejemplo mundial de urbanismo que es ahora. Juzguen ustedes, Marcianos. ¿No se les hace un disparate que, en un país acostumbrado a confiar en las sabias y hábiles manos de los gobernantes de turno para que arreglaran TODO, y que gracias a su prudente gestión mantuvieron a Colombia entre las primeras Potencias Mundiales durante doscientos años, (¡Cómo! ¿No se enteraron de eso? Eso les pasa por vivir en otro planeta) a este payaso le dé por semejantes vesanías, como decirles a los capitalinos que eran responsables de cuidar el agua, la basura en las calles, el buen comportamiento al volante? ¿Quién dijo que los ciudadanos tenemos deberes cívicos? ¡Pa’ qué putas elegimos tanto político si nu’es pa’ que nos risuelva todo y nos dé subsidios!
Ahí está fulanito, que habla con mucha seguridad y promete unos sueldazos de rechupete. O sutanita, que nos va a regalar localitos pa’ montar un negocito. O menganito, que va a fumigar, ahora sí del todo, a los guerrilleros hijueputas y a Chávez, y aparte nos va a dar muchísimo trabajo; en qué, no se sabe, pero en algo, así sea contando hojas de árboles, y seguro que nos paga, porque es muy rico y muy bueno: ‘es buena gente’, dice el vallenato. Golfista él y vanidoso, dice ser el terror de Chávez. No sean ingenuos: ÉL ES EL CANDIDATO DE CHÁVEZ. El indeseable gobernante vecino necesita seguir justificando su carrera armamentista (nota de palabre-río : me recuerda al guasón en su dialogo con Batman al final de la película; el guasón necesita a Batman para ser lo que es). Su país está en la miseria: necesita un gobierno odioso al otro lado de la frontera para poder maquillar sus infames tiranías. Necesita decir que el imperialismo yankee lo persigue. Si votan por ese perencejo, no hacen más que seguirle la cuerda al vecino, darle el gusto de tener un par con quien mirarse mal mutuamente mientras nuestras naciones se caen a pedazos, mientras la economía de la frontera colapsa, mientras ocultan grandes crímenes inculpando al gobierno de allá o de acá.
Todos prometen hasta los calzones de Misiá Hijueputa, cosa que han hecho durante doscientos años y jamás han cumplido. ¿Por qué habría de ser distinto en esta ocasión? El Payaso Verde también promete, con la diferencia de que la palabra de un Payaso vale más para mí que la de un jugador de póker. Ya vi yo a este payaso hablando de cosas ideales como el respeto, el civismo, la honestidad, pendejadas filosóficas que no se estilan en el noble oficio de gobernar. Lo curioso es que cuando este Payaso dio saltos al vacío, cumplió. Cuando este payaso se equivoca, lo reconoce, se retracta y hasta pide perdón. Dicen que incluso llora. ¿Un presidente con lágrimas reales? Payaso tenía que ser.
¿Cuándo se ha visto que un político baje su orgullo y diga ‘me equivoqué’? ¿Me van a decir que los políticos no se equivocan? ¿Me van a decir que el presidente actual no se ha equivocado NUNCA? Eso no se lo creo ni a los más fanáticos. Todos se equivocan. La diferencia aquí es que Antanas lo reconoce y rectifica. Todos los otros o bien tapan, esconden, o insisten tercos como mulas en lo mismo, o le echan la culpa a otro. Son muy hábiles para esa clase de malabarismos. Más ahora que tenemos comodín: Chávez espía, Chávez mata, Chávez dice. Y si no, pues está Correa, o las FARC, o el Diablo o la Recesión o lo que sea, pero ellos nunca son responsables de ningún error.
Andan ofendidísimos los médicos por la desafortunada respuesta del millón de pesos. La pregunta del millón, como quien dice. Les gustó más la de otro fulano, que les ofrece a manos llenas más del triple. Y ni eso. Que merecen más. Seguramente. No lo dudo. Sé lo costosa, sacrificada y necesaria que es esa profesión. Entremos en materia, a ver si concluyo de una buena vez: para que al médico le paguen lo justo… no, no: dejémonos de sectarismos, que el país no es sólo médicos: para que a la empleada doméstica, para que al profesor, al jurista, al plomero, al ingeniero, etcétera, les paguen lo justo, no basta con que el gobierno dicte leyes. Leyes las hay, y muchas. Pero más que leyes hay empleadores que se saltan las dichas leyes. Les recuerdo que el gobierno no es el único empleador.
La empresa privada (también) ha hecho con los trabajadores de la salud lo que les ha venido en gana ¿o no? Entonces, no basta con que el gobierno dicte leyes. Los empleadores privados, los empresarios, también necesitan entrar en la dinámica de ser justos, de pagar lo justo, de no hacer torcidos con tal de evadir prestaciones, impuestos, en fin, que en últimas perjudican al empleado y al país entero.
Me resulta indignante que crean tan inocua la insistencia de Antanas Mockus en la educación y la sanción moral. Una sociedad decente debería apostarle muchísimo a esa idea, a la cual las mentes materialistas, obtusas, sectarias y retrógradas ven como pura ‘payasada, blandenguería, filosofías baratas’.
Dice Antanas Mockus que las leyes deben decir al final “Ejecútese, explíquese, compréndase y cúmplase”. Esto les parece igualmente inocuo a los opositores de Mockus y es comprensible: no quieren que la gente participe en política de verdad. Quieren seguir en el mito de que el gobernante es el Mesías que hace planes perfectos y resuelve todo, mientras que la población puede limitarse a marcar la equis en su cara cada cuatro años. Los grandes cambios históricos necesitan de la participación ciudadana, y yo le creo al candidato que me invita a participar. Ningún gobernante les va a arreglar la vida si ustedes no participan. Olvídense. Esos son cuentos politiqueros.
Señores marcianos… Jaime… ¿Qué podrá más en este país: el miedo o la confianza? Yo confío en Antanas Mockus, y confiaré en Colombia.
La primera imagen del artículo pertenece a alter eddie (no se pretenden infringir los derechos de autor). La segunda a la campaña de Antanas Mockus.
domingo, 11 de abril de 2010
¡Propuestas claras de Antanas!
Por eso es importante mostrar las propuestas de la forma más clara posible y tomarse el espacio necesario para destruir los mitos que se han ido creando alrededor de figuras como Mockus, a quien como no le pueden achacar ninguna relación con intereses oscuros (como a otros candidatos), le han terminado endilgando una pretendida debilidad de carácter acompañada de confusión de criterios.
Vamos por partes.
Juan Manuel Santos, que quiere mostrarse como el sucesor de Uribe, exhibe la bandera de la mano dura basado en su gestión como Ministro de Defensa. Desde esa posición elabora un discurso parecido al que impuso George Bush sobre el terrorismo hace ya varios años: “quien no está conmigo está contra mí”. La versión reeditada para la campaña es: “quien no usa un lenguaje agresivo exclusivamente dirigido a las farc, es un blandengue que se va a doblegar ante las exigencias del terrorismo”. Además de convertir a la seguridad democrática en una marca registrada, cuando se supone que es un deber de cualquier gobierno civilizado, esto conlleva el supuesto de que si alguien señala la necesidad de acabar con otras fuentes de violencia (violencia doméstica o corrupción, por ejemplo), es porque se está haciendo el de la vista gorda ante el terrorismo de las farc y va a echar al piso la seguridad democrática. Estos razonamientos son simplemente inaceptables, pero terminan siendo parte del sentido común de la mayoría de la población porque han venido siendo presentados en los medios con la misma persistencia irracional de cualquier emisora que quiere “pegar” una canción. Uribe se ha encargado durante los últimos ocho años de dejar muy en claro que en este país el terrorismo se llama la’far’ y que todos los males son culpa del terrorismo. A cualquier persona sensata esto le parecería una simplificación excesiva de la realidad compleja de un país como Colombia, pero la aceptación que tienen estas tesis es una evidencia de que la gente no quiere enredarse y busca cosas simples.
La postura de Mockus es mucho más coherente y pertinente, pero no por eso es menos clara o menos sencilla. Lo que pasa es que en el estado actual de cosas, dicha propuesta requiere de una pequeña explicación para ser entendida (explicación que no tiene cabida en nuestros debates estilo reinado de Cartagena).
Aquí va la explicación.
El narcotráfico ha potenciado en Colombia una cultura en la que es justificable salirse de la ley (por ejemplo usando la violencia) para adquirir poder. Esa cultura es algo que tienen en común, por citar unos ejemplos, los guerrilleros de las farc, los rastrojos, los políticos del PIN, y algunos niños que desde las comunas de Medellín aspiran a ser otro Pablo Escobar, otro Chupeta, otro Don Berna. Pero la cultura del narcotráfico no se ha limitado a los círculos cercanos de los narcotraficantes. La cultura mafiosa ha terminado haciendo cada vez más débiles los límites morales, legales y culturales de grandes sectores de la población. A muchos no les parece grave evadir uno que otro impuesto de vez en cuando, o saltarse la letra pequeña cada cierto tiempo - “¡Pero si yo no le hago daño a nadie. El estado no siente!”-. Estamos más acostumbrados que otras sociedades a darnos permisos, a forzar los límites y a usar atajos para “facilitar las cosas”. No es que todo esto sea un fruto del narcotráfico, pero nadie puede desconocer que el narcotráfico ha logrado sacar lo peor de muchos colombianos. Y una de esas peores cosas es la cultura de la trampa y el atajo. Así, en la propuesta de Mockus se pueden identificar dos premisas esenciales.
En primer lugar, el país tiene un problema cultural que no se puede achacar a un solo actor de forma exclusiva. Para ponerlo en otros términos, la seguridad democrática sería como la medicina alopática o convencional que ataca los síntomas (la’ far’) sin preocuparse por las relaciones sistémicas que hay detrás de esos síntomas. La propuesta de Mockus sería en cambio como la de la medicina bioenergética: tratar el sistema para que desaparezcan los síntomas. Intervenir directamente la cultura y crear un cambio de mentalidad para que no sea aceptable, bajo ninguna circunstancia, la violación de algunos principios básicos, como el respeto a la vida y el respeto a los recursos públicos. A esto se refiere Mockus cuando propone crear tabúes de manera que robar o matar sea igual de feo que pegarle a la mamá.
En segundo lugar, y yendo más adentro en la naturaleza del problema, tenemos un tremendo divorcio entre la cultura, la ley y la moral. ¿qué quiere decir eso? Quiere decir sencillamente que lo legal nos parece jartísimo, lo que nos atrae y nos entusiasma suele ser ilegal y el hecho de saltarnos la ley no nos provoca remordimientos. Así de sencillo. Por eso es frecuente oír por ahí que tenemos una legislación para un país como Suecia. Nosotros mismos no aceptamos que una legislación progresista sea para Colombia porque reconocemos que nuestra cultura menosprecia el valor de la ley. Y lo más grave: no nos importa. Porque, como en todo estereotipo, esto tiene un lado bueno que es el famoso mito de la malicia indígena. Los colombianos nos las damos de vivos, de maliciosos, de astutos, y nos burlamos de los canadienses, los gringos y los austríacos porque nos parecen excesivamente ñoños. No hay que ser demasiado vivo para darse cuenta que es esa misma viveza la que nos lleva a pasar por encima de la ley sin que se nos mueva un pelo. Y es esa cultura de la trampa (la malicia indígena no es más que un eufemismo), la que ha sido alimentada por la ambición que trae el narcotráfico y que nos tiene metidos en una espiral de violencia que lleva más de medio siglo.
Ahora bien, ¿cómo se crea un cambio de mentalidad tan grande como para cerrar la brecha entre nuestra cultura y nuestra ley? Lo más interesante es que Mockus es precisamente el único dirigente político en el país que ha logrado cambios de este tipo desde una posición de gobierno. Voy a mencionar dos ejemplos muy sencillos: En la década de los ochenta era imposible ver a alguien en Bogotá manejando con cinturón de seguridad. Al finalizar la primera alcaldía de Mockus todo el mundo había desarrollado el instinto de ponerse el cinturón antes de arrancar. De igual manera, a principios de los noventa los peatones debían cruzar la calle entre los carros porque no existían cebras y mucho menos existía la conciencia de respetarlas. Hoy en día el conductor que queda atravesado en una cebra por un cambio de semáforo siente inmediatamente la presión de estar haciendo algo mal. Estos cambios no se lograron únicamente con mimos o con tarjetas rojas. Pero tampoco se debieron exclusivamente a las multas. Estos cambios se dieron gracias a la combinación de diferentes elementos. ¿Cuáles elementos? Pues precisamente los que permiten acercar la ley a la cultura y éstas dos a la moral. La multa funciona como una sanción legal, pero si no va acompañada de una presión social, el multado termina buscando la forma de evadirla y no llega a sentir culpa. El mimo funciona como el símbolo de una sanción social, pero si no va acompañado de una multa, no genera la fuerza suficiente para convertir el comportamiento en hábito. Por eso la estrategia se puede resumir así: combinar presiones legales con presiones sociales, en la misma dirección, para producir remordimientos y culpas por los actos ilegales. Por esa vía se lograron cambios importantes y duraderos en Bogotá que hoy a muchos nos siguen enorgulleciendo.
La pregunta es: ¿puede usarse el mismo razonamiento para resolver los problemas de Colombia? La apuesta es que sí se puede. De hecho es una apuesta que apunta a una mano dura, más dura que la del uribismo más recalcitrante. Por una sencilla razón: la mano dura de Uribe-Santos está dirigida a erradicar militarmente a la’far’. La mano dura de Mockus en cambio está dirigida a atacar jurídica, social y militarmente cualquier tipo de ilegalidad. Y sabemos que la tolerancia a la ilegalidad está detrás de todos los problemas del país. Desde la corrupción hasta el desempleo pasando por la crisis de la salud y el narcotráfico. El enemigo no es la izquierda o la derecha. El enemigo no es el que piensa distinto o el que se niega a darme la razón. El enemigo es la ilegalidad, en todas sus formas. Necesitamos que Colombia sea un país legal
No es fácil, pero se puede. Se necesita una revolución cultural. Y para esta revolución se necesita un mandato claro. Por eso es importante que Mockus gane no raspando, sino con muchos, muchos votos. No estamos pensando en ganar la campaña, sino en emprender la tarea gigantesca de cambiar a Colombia para convertirla en un mejor país. Si estas ideas le parecen convincentes, por favor vote por Mockus el 30 de mayo. Si le sigue pareciendo muy complicado y necesita algo más simple, puede seguir siendo uribista o mamerto. Pero no diga que no se lo advertimos.
(Escrito por:Oscar Hernández Salgar, Músico y Administrador Cultural. Magíster en Estudios Culturales. Director del Departamento de Música de la Universidad Javeriana)
jueves, 25 de febrero de 2010
¡No más diseño de a peso!
La Copa de U$20
Hace unos días venía pensando que eso de Liga Postobón, suena a torneo ínter-colegiado, por lo tanto me dije: “Voy a declararme en desobediencia civil y voy a seguir llamándola Copa Mustang así los patrocinadores me pongan una demanda multimillonaria por no respetar su marca comercial”.
Bueno, con la imagen que llegó hoy a mis manos, he decidido que es hora de hacerme sentir. Claro, este blog apenas lo leen 1.000 o 2.000 personas según las estadísticas. Me imagino que en su gran mayoría hinchas de Santa fe, así que esto no llegará a manos del “analista” del fútbol, el señor Vélez. Antes que nada, les voy a regalar este enlace y es más, si alguno tiene 20 dólares va a poder utilizar el pictograma oficial del fútbol colombiano para promocionar su torneo de barrio.
Istockphoto.com es un banco de imágenes donde se pueden comprar gráficas vectorizadas o fotografías para usos privados o comerciales
Como ven, la plata del patrocinio que gastó Postobón se fue toda para el fútbol colombiano y no quedó ni un centavo para pagarle a unos publicistas decentes. A algunos nos pareció ridículo que hubieran utilizado el mismo pictograma para promocionar los cuatro torneos; más aún, nos pareció casi infantil que hubieran usado casi el mismo nombre. Después de ver esto me parece es infame que hayan hecho semejante despliegue de publicidad cuando estuvieron listos los isologotipos y los nombres del torneo. Claro, esto no es un problema de OAL, sino del incompetente que contrataron para darle vida al patrocinio que se ganó Postobón en circunstancias que a algunos nos dejan un sinsabor. Podría dedicarme páginas enteras a hablarde lo que significa para los hinchas de otros equipos que la misma organización que es dueña de un equipo de fútbol sea la que patrocina el fútbol colombiano, pero no lo voy a hacer.
Y no lo voy a hacer no porque no crea que ese conflicto de intereses no existe ahí, sino porque a mí me parece que la solución es fácil: que vendan el equipo ese del que son dueños, que no les trae más que pérdidas y, además, les quita la imagen de organización seria. Estoy seguro que para Postobón es mucho más rentable tener el patrocinio del fútbol, que mantener un equipo. Además, que por otro lado yo prefiero que las cosas de nuestro país estén en nuestras manos y no en manos de extranjeros que no sienten identidad con ellas.
Pero acá el tema es otro, es la falta de originalidad y de decencia que tuvo el señor a cargo de la promoción y diseño de todo lo referente a nuestro rentado nacional. De RCN sabemos que los publicistas que trabajan para la organización son excelentes. ¿Quién puede olvidar la magnífica campaña expectativa de Los Reyes o en su defecto la de El Penúltimo Beso? Nadie, de hecho si recordamos el Factor X veremos un despliegue de creatividad propio del canal. Ya dieran otros canales por tener entre sus filas a publicistas de esa categoría. Con esto de los pictogramas y de los nombres, no me queda más que pensar que no son los mismos. No pueden ser. No me quiero imaginar la cara de disgusto que podría poner el señor Ardila Lulle si descubre esto. Gastarse millones en una campaña, para que el idiota al que contrata pague veinte dólares en una página y termine haciendo pasar el isologotipo como algo de su invención. Además que falta de decencia que todo el mundo pueda usar la misma imagen para promocionar lo que le dé la gana y que OAL no pueda demandarlos porque no tiene bases legales para hacerlo. Le hubiera salido mejor a la organización comprar el logo y arreglarlo en cualquier programa como Paint, para tal despliegue de originalidad no se necesita, ni siquiera, el PhotoShop.
A mí lo que me causa más pena es pensar que acá hay gente más talentosa, que tienen ideas y que no tienen que usar una página de Internet para hacer su trabajo. Me imagino que los señores que contrataron para esto se graduaron con honores y la dedicatoria de la tesis decía: “Gracias a CopyPaste por su apoyo durante toda nuestra carrera”. Espero que OAL arregle este esperpento de alguna manera; qué sé yo, ya que tienen una producción de tan alta calidad como Rosario Tijeras, pues que nos regalen un pictograma con la talentosa María Fernanda Yépez o con Natalia Jerez. Eso sí, que nos regalen algo con lo que nos sintamos orgullosos y podamos decir que fue hecho en Colombia, por que si no es así, dentro de poco la Mascota del fútbol será Naranjito 82 y nos dirán que es parte de la originalidad de sus publicistas para promocionar la venta de Naranja Postobón.
Francisco José Restrepo Jr.